Economía de la Fiesta de los Toros:
Contribución que la fiesta de los toros hace a la economía
nacional, no sólo en el aspecto inmediato de la corrida, sino en todos los
demás, que afectan a distintas instituciones, estamentos, obligaciones fiscales
y personas.
Tres elementos fundamentales intervienen en la economía del
mundo del toro: las ganaderías, los toreros —matadores, novilleros y
subalternos— y las empresas que gestionan las plazas de toros.
A su alrededor, y no con menos importancia, intervienen
también: las concesiones de los distintos servicios anejos a la plaza antes,
durante y después de la corrida; los gastos que turistas u otros ciudadanos
realizan en torno al hecho en sí de la corrida; aquellos otros dependientes del
mundo de la información o de las artes y la cultura y, por último, inevitable,
los impuestos de cada uno de los anteriormente citados.
Dejando este último punto en su mero enunciado, pues no es
objeto de este artículo la legislación fiscal de distintos países, hay que
analizar, al menos por implicados en el negocio que subyace al mundo del toro,
quiénes intervienen.
El ganadero cría, indudablemente, en la dehesa ganado de
reses bravas, en el que invierte no sólo la extensión de sus tierras, que le
dedica, sino el pago de los distintos operarios asalariados de la finca
—caporales, vaqueros, mayoral y otros empleados—, de otros profesionales ajenos
a la misma, pero cuyos servicios son imprescindibles —veterinarios, en primer lugar,
pero también artesanos, braceros y operarios de máquinas, básculas, etcétera,
sin olvidar a cuantos intervienen en los herraderos y tientas— y, por último,
realiza inversiones en maquinaria agrícola, alambradas, piensos y otros
materiales precisos para la cría o explotación agrícola. Sus ingresos proceden
de la lógica venta de los toros y novillos para la lidia, y también de la venta
de ganado desechado para carne y de los productos de la tierra. (Ver Economía de las Ganaderías de Lidia)
Los toreros, tanto el matador como los subalternos, dan
trabajo a sastres, a quienes fabrican los útiles de torear —ya sean paños o
hierros—, a chóferes, mozos de espada y, ¿cómo no?, al apoderado del primero,
es decir, su representante. Reciben, lógicamente, a cambio de su trabajo, el
matador el dinero que el apoderado ha acordado con la empresa, y los
subalternos, según antigüedad, lo que cada cual haya pactado con éste.
El empresario, por su parte, tiene, por un lado, los
ingresos por taquilla y, en los últimos años, los añadidos por las
retransmisiones de televisión —que aumentan también los ingresos de los
toreros— y, por otro, los pagos al ganadero y los toreros, en primer lugar, más
el pago a todo el personal de plaza —cuya enumeración es imposible, pero que incluye
desde los alguacilillos hasta los matarifes del desolladero, areneros,
carpinteros, albañiles y electricistas, mayoral de plaza y un largo etcétera.
Ganaderos, toreros y empresarios contribuyen, también, a la
economía de los transportes, tanto por lo que ellos mismos generan —traslado de
los toros, de las cuadras de caballos y mulillas, de los mismos toreros y otros
profesionales— como por el transporte público y privado que el hecho de una
corrida mueve en la ciudad y ciudades más o menos lejanas de donde se celebra.
Antes, después y durante la corrida, los espectadores
contribuyen a los ingresos de hoteles, restaurantes, bares y, así mismo, a los
de los concesionarios de la plaza, almohadillas, bares, programas. Igualmente,
las carnicerías se nutren y comercian con la carne de las reses.
Por último, periodistas, escritores, locutores de radio,
fotógrafos, ilustradores, editoriales, periódicos, revistas, pintores,
escultores, músicos, abogados y notarios hallan en el mundo del toro recursos e
ingresos profesionales nada desdeñables.
No se puede dejar de señalar, además, la generosidad,
tantísimas veces demostrada, del mundo del toro en su conjunto en su
contribución a causas de beneficencia, ya sea pública, ya con quienes son o han
sido sus compañeros.
LAS CIFRAS
El sector taurino en España supone un volumen de negocio
total de 1.500 millones de euros anuales, de los que Hacienda recauda
aproximadamente el 14%. Existen 1.500
ganaderías dedicadas a la cria de ganado de lidia. Y cerca de 12.000 reses mueren cada año en
los ruedos españoles (cifras año 2.005).
El mundo del toro no siempre es un negocio de millonarios.
Los empresarios que regentan las principales plazas (Madrid, Sevilla, Valencia,
Barcelona y Bilbao), y toreros como “El Juli” o Enrique Ponce, representan tan
sólo un pequeño grupo de afortunados que de verdad ganan dinero. Pero en España
hay un total de 2.950 plazas de segunda y tercera categoría, y esto sin contar
las plazas portátiles. La mayor parte de los espectáculos taurinos - cada año
se celebra un total de 17.000 - dependen de los pequeños empresarios que
regentan estas plazas. Ellos son los que organizan las corridas, las novilladas
y los rejoneos en todos los pueblos y pequeñas capitales de España. El volumen de negocio que manejan estos
empresarios es mucho menor que el que se mueve en las grandes plazas, sin
embargo, representan la mayoría del sector taurino.
Negocio poco rentable
Los gastos de un
empresario taurino en una corrida en un pueblo oscilan entre los ocho y nueve
millones. Los ayuntamientos suelen ofrecer una subvención de tres millones para
que las entradas no cuesten más de 3.000 pesetas. Teniendo en cuenta que las
plazas no se llenan, los ingresos por la venta de entradas no superan los cinco
millones. Es suficiente sumar y restar para comprender lo que supone, en las
circunstancias actuales, y en estos espectáculos el gasto añadido de
transportar e incinerar los toros y el dejar de recibir medio millón por la
venta de la carne.
Pero el negocio taurino no sólo afecta a estos empresarios.
Más de 200.000 puestos de trabajo dependen directa o indirectamente de la
fiesta nacional. Según explicaba Mariano Aguirre, presidente de la Real
Federación de Peñas Taurinas de España, el Gobierno no es consciente de la cantidad
de familias que mantiene el mundo del toro: “Hay que pensar que de lo que se
está
hablando es de miles de puestos de trabajo. Hablamos de los
banderilleros, de los picadores..., no de los cuatro o cinco afortunados sino
de los que necesitan esas 100.000 pesetas para dar de comer a sus críos.
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